domingo, 20 de diciembre de 2015

IV Domingo de Adviento

“¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”

En esta era de las terapias me llama la atención que todavía no se hayan “re-inventado” la de bendecir y le hayan puesto un nombre en inglés. Aunque tal vez sí la han inventado y todavía no la conozco… Sea como sea el arte de bendecir da para muchos cursos, talleres y libros. Además su buenos efectos para la salud son constatables desde el principio.
Pero antes de seguir con la bendición echemos un vistazo al evangelio que nos regala este último domingo de adviento. Es un texto muy conocido, nos lo sabemos prácticamente de memoria: la visitación de María a su prima Isabel.
María, la mujer bendita de Nazaret, cuando recibe el encargo de ser la madre del Hijo de Dios, con una mezcla de asombro, temor y alegría, lo primero que hace es ponerse en camino, irse a compartir su experiencia con quien sabe que vive algo parecido.
María e Isabel son las dos grandes protagonistas del adviento. Las dos, rodeadas de fragilidad, una por su vejez y la otra por su juventud, no solo esperan, sino que sostienen la espera y hacen realidad la promesa.
Ayer leía en un misal de 1996 un pequeño comentario a lo que es el adviento. Hablaba de tres presonajes protagonistas del adviento: el pueblo, Isaías y Juan Bautista. El autor de dicho comentario olvidó por completo a las grandes estrellas: María e Isabel.
Isabel, que con sus años ha aprendido el hermoso arte de bendecir, es lo primero que hace cuando oye llegar a María: “-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!”
El encuentro entre estas dos mujeres nos invita a bendecir, a ponerle voz y palabra a todo lo bueno que descubrimos. No nos engañemos pensando que el encuentro entre María e Isabel tenía solo cosas buenas, las palabras de Isabel podrían haber sido muy diferentes, algo así como: “- ¡menudo lío en el que te has metido, María! cómo vamos a explicarle a la familia, al pueblo y a José que estás embarazada cuando ni siquiera estás casada.”
Lo de bendecir no es solo, ni principalmente, para los momentos idílicos, es más como la medicina que nos ayuda a descubrir el lado luminoso de la realidad. Quien bendice hace eso: señala la luz, lo bueno, y de ella recibe la fuerza y la claridad.
¡Bendecid! sí, tomando como modelo a Isabel ejercitemos el arte de bendecir.
¡Bendecid! y nuestra vida se llenará de bendición.
¡Bendecid! y la luz le seguirá ganando terreno a las tinieblas.
(by Monjas de Suesa)

lunes, 14 de diciembre de 2015

III Semana de Adviento

“¿Qué hacemos nosotros?” (Lc 3,14)

El tercer domingo de adviento siempre nos repite lo mismo, como Pablo en la carta la los Filipenses: ¡Alegraos!
La primera lectura de la Eucaristía nos regala una de las imágenes más bellas de Dios. El profeta Sofonías nos muestra a un Dios radiante de alegría, en algunas traducciones dice que saltando y danzando en medio de su pueblo como en los días de fiesta.
Y un Dios así de contento ¿qué nos dice? ¡Que nos alegremos! Algo así como: “vosotros, cada uno de vosotros sois mi alegría y yo puedo ser la vuestra, ¡Alegraos conmigo!”
Por eso la invitación del adviento es la alegría. Dios ha decidido venir a habitar en medio de nosotros, porque es aquí, entre nosotros, siendo uno de los nuestros como quiere danzar y saltar de alegría.
Sin embargo, a simple vista, el evangelio que nos presenta la Iglesia en este domigo no parece que hable de alegría… Nos encontramos de nuevo con Juan Bautista. A él acuden distintos tipos de gentes y todos con la misma pregunta: “¿qué hacemos?” Y Juan tiene una respuesta para cada uno.
Resultado de imagen de alegriaCon otras palabras les va invitando a compartir, a obrar con justicia, a no abusar de la autoridad, ni dejarse llevar por la codicia. Todo esto, ¿para qué? Precisamente para poder ser felices, para poder vivir con alegría la Buena Noticia.
Juan Bautista anuncia la venida del Mesías, del ungido de Dios, de Dios mismo y a Dios se le encuentra en el compartir, en la justicia, en la sencillez. No con estas palabras pero Juan les está diciendo: ¡alegraos! ,y para que puedan alegrarse de verdad les dice lo que tienen que hacer.
Muy bien, y nosotros, ¿qué hacemos? Es una buena pregunta. ¿Qué podemos hacer para vivir con alegría? ¿Te atreves a preguntarle a Dios qué debes hacer para ser feliz?
¡Alegraos! es la invitación, aceptarla y cómo aceptarla depende de cada uno.
¡Alegraos! tanto como Dios se alegra con nosotros.
¡Alegraos! para que la Buena Noticia sea creible

(by Monjas de Suesa)

lunes, 7 de diciembre de 2015

II Semana de Adviento

La reflexión que nos dejan las Monjas Trinitarias en este tiempo nos ayudan a interiorizar su mensaje.


    “…vino la Palabra de Dios sobre Juan.” (Lc 3,3)
¡Anunciad!, si este adviento 2015 empezaba con la invitación a levantarnos, a ponernos en pie y alzar la cabeza, ahora nos urge a anunciar.
Nos presenta a Juan Bautista, un personaje peculiar, de esos a los que uno se vuelve a mirar cuando se los cruza por la calle. Así fue: una persona peculiar de esas que Dios nos regala con una cierta frecuencia. Un inconformista valiente, de aquellas personas que no se callan la verdad, le pique a quien le pique. Es más, de esos que se atreven a gritar verdades y por eso se buscan problemas.
Juan Bautista era de esas personas que se han dejado transformar y por eso la esperanza habita en ellas. Saben que la realidad está llena de posibilidades y de bondad y están convencidas de que todo ser humano es capaz de cambiar, que lo bueno es patrimonio de todos, “…todos verán la salvación de Dios”.
A sus ojos no existen los obstáculos: los caminos se pueden allanar, los valles se pueden elevar, los montes y las colinas pueden descender y hasta lo torcido se puede enderezar. Su confianza no tiene límites por eso atrae a otras personas.
Necesitamos “Juanes”.  Cada uno de nosotros podríamos intentar esta semana ser un poco “Juan Bautista”, lo de vestirse de piel de camello es opcional, pero llevemos allá donde vayamos un mensaje lleno de esperanza. ¡Que se nos note que la Palabra de Dios nos ha tocado el corazón!
Confiemos y que esa confianza se dilate, se contagie. Quien tiene fe, aunque esa fe sea pequeña como un granito de mostaza, si se agarra a esa fe pequeñita, ¡podrá mover montañas!
¡Anunciad! para que lo torcido empiece a enderezarse.
¡Anunciad! para que la esperanza reverdezca.
¡Anunciad! para que todos vean la salvación de Dios.




martes, 1 de diciembre de 2015

ADVIENTO, tiempo de espera

Desde Suesa, las Monjas Trinitarias nos ofrecen unas pistas para vivir este momento.
"No puede ser otra nuestra propuesta de este año. Tres únicas letras que gritan casi dolorosamente: ¡PAZ!
Nuestra pista para vivir este adviento es hacerlo en clave de paz, preparándonos para abrir nuestro corazón a Cristo, el generador, el germinador de Paz.
Cristo nació en un tiempo de paz impuesta, pero toda su vida fue un anuncio del camino hacia la paz: “¡si hubieras comprendido el mensaje de paz!”, suspiró ese niño una vez convertido en un adulto desarmado y entregado.
El Adviento es un tiempo de espera contenida, pero también de cierta actitud activa, de vela atenta. Es tiempo de alegría y de bendición, pero, sobre todo, es tiempo para los demás, para buscar otras miradas, otros corazones. ¿Qué es lo que golpea día tras día nuestra conciencia? La ausencia de paz.
Podemos realizar muchas acciones buenas en clave de paz. En estas semanas podemos comenzar un proceso de relajación, intentando evitar las crispaciones innecesarias, incluso las necesarias. La paz no siempre es un don, en ocasiones es una tarea. La paz también se construye, se crea, se regala, se aprende,…
No hace falta realizar muchos estudios para saber qué es lo que nos quita la paz y, al mismo tiempo, qué nos empuja a la violencia. Básicamente conocemos nuestras reacciones, y las de quienes se relacionan con nosotros de una manera habitual. Sabemos cómo evitar confrontaciones absurdas que nos endurecen la mirada y nos ahogan las palabras hermosas en el alma. Pero…
… se nos olvida el espíritu, y que hay leyes espirituales en el universo, y que si devuelves amor recibirás amor, y que si contestas con paz, serás respondido con paz, y que también… podemos orar. Sí, así de sencillo. Orar. Esta es nuestra verdadera propuesta para el adviento 2015, orar por la paz.
Porque orar es algo natural al ser humano, pero se nos olvida en algunas ocasiones y esa capacidad acaba llena de herrumbre.

Orar donde quieras, en cualquier momento, solo o en compañía, de día o de noche, pero orar, hacer silencio, cerrar los ojos, respirar profundamente y encontrar en lo más profundo de tus entrañas la semilla de paz colocada por Dios cuando te creó. A partir de ese momento levantar la barbilla y, sin necesidad de abrir los ojos, con la semilla de paz en las manos enviarla humildemente a cualquier punto del globo terráqueo falto de paz. Quizás sea el piso de al lado, habitado por una familia sumergida en la discordia.
Orar por la paz. Hacernos paz. Traspasarnos de paz hasta lograr un espacio más sano, más libre, más hermanado.
No vamos a estar sol@s en este descenso hacia la serena humildad del Niño de Belén. Jamás en nuestra historia Dios nos permite avanzar un paso sin que él esté presente, sin que coloque algunas estrellas que alumbran el cielo si es de noche, o jirones de humo que indican el camino si es de día.
Por eso podemos agarrarnos de la mano de la belleza de Isaías que, tozudamente, desde el primer día nos habla de paz sin ocultismos, sin artificios, con claridad. Estamos en el buen camino, y la certeza de Isaías de que está a punto de comenzar algo nuevo si seguimos por aquí nos da el primer empujón.
Juan, el Bautista, es más sobrio, menos tiernos, buscador de la paz que viene de la verdad desnuda, de la reconciliación con el propio corazón y con el de la hermana y hermano. Juan nos apabulla con su humildad. Solo hemos de seguir la dirección que marca su dedo. Vamos por la senda correcta, el destino anhelado.
En este caminar tenemos un área de descanso: María de Nazaret. Un espacio sereno en el que descargarnos del peso del camino, de su dureza. Ahí podemos dejar también nuestras desconfianzas, los pasos mal dados o su sentido equivocado, también las ganas de abandonar esta espera activa de la paz. María responde orando, cogiendo nuestra mano y avanzando en silencio, con firmeza y decisión, sin perder tiempo en veleidades, con las entrañas entregadas a la belleza y al dolor de la vida.
Con ellos tres avanzamos hacia el Dios que nos dará la Paz. Y en el camino se nos exige la práctica: la palabra innecesaria contenida; el pensamiento negativo rechazado; el gesto violento abandonado; el silencio que construye la mirada que embellece; el abrazo que acoge; el corazón que ora. Sobre todo esto último, un corazón orante que suplica la paz.
Nuestra pista para este adviento 2015: un sencillo gesto de oración, cada día, cada uno de los días que ocupa el adviento, así el próximo 25 de diciembre quizás podamos acercarnos a la figura del Niño que ofrece paz y devolverle nuestra semilla centuplicada.
Gesto concreto en nuestra comunidad:
Nosotras también estamos preparando este Adviento para vivirlo como un camino de espera de la Paz, por eso, los cuatro sábados de Adviento tendremos la iglesia abierta (como siempre) y ambientada de manera que invite a orar por la paz. Desde las 16.00 h, hasta las 19.30 h, quien lo desee podrá venir, orar en silencio, y dejar su granito de arena en esta búsqueda de paz. A las 19.30 h. tendremos un rato de oración compartida con las personas que estén en ese momento. Cuatro sábados preparándonos para recibir la Paz. Cuatro sábados ayudando a construir la paz. No es demasiado, ¿no? Pues te esperamos.
Feliz, fecunda y pacífica tarea.

Marana tha"

El dolor: ese incómodo compañero de camino

  En el 56 EAC nos hemos querido acercar al mundo del sufrimiento, del dolor, de la enfermedad, en nuestras realidades. Paula nos deja su testimonio de cómo el dolor llegó a su vida y cómo hizo de él un verdadero aprendizaje.

 "Tenía 13 años la primera vez que apareció el dolor. Al principio sólo era el dedo meñique, una hinchazón que me impedía tocar la flauta (parece mentira lo imprescindible que es el más insignificante dedo). Diagnóstico: derrame de líquido sinovial; pronóstico: reposo. Dejé de tocar pero el dolor se extendió a la mano, notaba la línea por la que pasaba el tendón y llegaba a la muñeca, tuve que dejar de escribir. Diagnóstico: tendinitis; pronóstico: reposo. 
   Por difícil que fuera, lo peor no era el dolor, ni el no poder escribir ni hacer esfuerzos con el brazo, ni que pasasen los meses y no hubiera solución, explicación ni mejoría. Lo peor era que, al no haber signos visibles, la gente que me rodeaba no me creyera. Y con 13 años no se tiene la madurez (o al menos yo no la tuve) para saber comunicarme con quien debía entenderme, y no importarme quien no quería hacerlo.    Por primera vez suspendí asignaturas, dos cuyos profesores habían decidido que esto era mentira, el resto de exámenes pude hacerlos oralmente. Los que parecían apoyarme me intentaban convencer de que dejase la flauta, que lo prioritario era el instituto y tenía que centrarme. Ese año me di cuenta de que quería dedicarme a la música, pero no sabía si me iba a atrever. 
   Aunque tampoco sabían si era verdad o mentira lo que yo decía, mis padres escogieron arriesgarse a creerme y una vez se hubo agotado la medicina tradicional buscaron otros médicos, todos con muy buenas referencias, todos habían curado a muchas personas a los que la medicina tradicional había desechado, a muchos músicos que llevaban años sin poder tocar, a todos llegábamos por amigos de amigos que contaban maravillas. Recuerdo especialmente un fisioterapeuta especializado en músicos que curaba tendinitis de gente que llevaba años sin tocar, en una sesión de 10 minutos y un tratamiento de una semana, cobraba 90€ la sesión. Al no poder curarme en la primera semana, me hizo volver sin cobrarme. Al no poder curarme en tres meses reconoció su desconcierto, lo cual me pareció de una honestidad y humildad que echaba en falta en muchos otros.Y todos y cada uno de ellos transformaron su enorme autoconfianza en un "no te puedo ayudar" cuando después sus tratamientos no hacían efecto y mis dolores seguían ganando terreno, doliéndome ya todo el antebrazo y el brazo izquierdo cuando se trataba de tocar.  
   Después de 8 meses sin que funcionara ninguna medicina, aprendiendo a dialogar con el dolor, a veces peleándonos y sufriéndolo, a veces dándonos treguas... pude volver a escribir algunos días y por fin también tocar (Andante de Mozart KV 315 en Do Mayor). Sintiendo que, sin entenderlo muy bien, ya comenzaba mi lenta y esperada cura, ese verano por fin pude tomarme el reposo largo que se suponía que me curaría del todo, reposo de escribir, de tocar, de pensar y de justificarme ante los juicios de quien no creía que me doliera nada, de sentir urgencia en los pocos ratos que podía utilizar la mano porque sabía que no duraría mucho... 
   El curso siguiente comenzó con la decepción de que mi dolor seguía conmigo, tan intenso como siempre y más persistente cuando llegaba, pero también comenzó con la alegría y el alivio de que cuidando no forzar podía escribir, y sobre todo que cuando el dolor aparecía, la mano se hinchaba y se ponía morada durante cerca de una hora, ¡por fin tenía algo visible fácil de creer! 
   Iba al fisio una o dos veces por semana (infrarrojos, corriente eléctrica, ultrasonido y el masaje), tenía cuidado de no hacer demasiado esfuerzo, no mantener los brazos en alto, no hacer mucha fuerza... Ese año, tocando cuando podía, preparé las pruebas de acceso al conservatorio, y entré. Al año siguiente fue cuando decidí que me atrevería a dedicarme a la música. Y si finalmente la tendinitis ganaba la batalla, tenía otras carreras que me podían gustar, pero no tanto como la música, tenía que intentarlo. 
   Pasaron cuatro años de convivencia con mi tendinitis, entre mis 15 y mis 19. Aparecieron dolores en la espalda que a veces me dejaban días enteros en la cama. Estudiaba cuando podía y cuando no me resignaba, y cuando volvía a poder recuperaba tocando todo el tiempo que no había podido antes. No parece la mejor táctica pero ni reposar ni dosificar había funcionado así que sólo me quedaba no pensar mucho en ello e intentar mantenerlo a raya. Aprendí mucho sobre la musculatura de los brazos, sobre los tendones, sobre estiramientos. Aprendí a sentir en detalle mis brazos, distinguir los tipos de dolor, primero dolor "bueno" y dolor "malo", y después dentro de los dolores malos, qué predecía cada tipo de dolor para los siguientes días. Mi voluntad se hizo fuerte. Me acostumbré a tocar con dolor, cuando el dolor me hacía llorar aprendí a abrir la garganta para poder soplar y seguir tocando, y cuando el dolor hacía que mis dedos no pudieran moverse, entonces dejaba de tocar y aprendí a esperar. 
   Al final de esos cuatro años terminé el Conservatorio Profesional. Fue muy duro académicamente, y el dolor lo hizo un poco más. Después de acabar llegaban las pruebas de acceso al superior. Mejor no entro en detalles, sólo decir que hay competitividad a nivel nacional. Conseguí obtener la última plaza del último conservatorio de los que contemplaba como opción, Granada, y como tutor, no el profesor que me interesaba sino una nueva que nadie conocía. Al poco de estar allí el dolor empezó a aumentar más que nunca. No dije nada a nadie: para mi familia sería una gran decepción y significaría que estaba desperdiciando el dinero que costaba mantenerme ahí, para el profesor sería una gran decepción porque no era una de esos grandes alumnos que estudian mucho y tocan muy bien, y estaba desperdiciando una plaza en el mejor conservatorio de Andalucía. Pero era inevitable, el dolor aumentaba y no podía sostener la flauta, el interior de mis codos estaba amoratado por la inflamación del tendón y ya no podía sostener la ducha, cambiar la botella de butano, ni siquiera cortar verdura, ya no podía hacer vida normal. Recuerdo ir a misa y muchas veces escuchar en las peticiones "Por los enfermos", y sentir que pedían por mí. 
    Mi familia reaccionó muy diferente a como imaginaba, no me hizo volver a Madrid y confió en mi búsqueda de cura. El profesor se enteró por otras personas y empezó a trabajar conmigo otras cosas mientras no pudiera tocar. Desde el principio intuía que necesitaba quedarme allí para encontrar solución, creo que principalmente era por la perspectiva que me daba el estar lejos de la educación que había recibido, con sus esquemas mentales y sus relaciones verticales de autoridad, en las que yo siempre estaba abajo. Supongo que mis brazos no podían sostener todo lo que se suponía que tenía encima y por eso dolían tanto.  

   Había construido mi autoestima flautística sobre la comparación, alimentando siempre la competitividad. Mi padre me solía decir: "si te dedicas a esto es para ser la mejor, si no haz otra cosa", y para ello luchaba. La meta siempre era la aprobación del profesor, del tribunal, del director... Y si no era suficientemente buena para ellos es que no era buena, y por lo tanto no merecía dedicarme a la música. Mis compañeros eran personas que estaban encima o debajo de mí, pero nunca a mi lado, porque no hay dos personas iguales. Esta manera de pensar puede parecer extrema, pero hay que entender que la mayoría de estudiantes de música viven la carrera así, y la mayoría de profesores la enseñan así. Muchos crean constantemente situaciones en las que uno gana y los demás pierden, y al que gana le invade el miedo de no hacerlo la siguiente vez. Aunque por fin va cambiando poco a poco, éste ha sido el modo que yo más frecuentemente he encontrado de entender desde dentro esta profesión para la mayoría de músicos. Es fácil entender así lo que suponía una tendinitis en este contexto, una lesión que daba miedo decir en voz alta, y que te tiraba del tren en marcha. 
   Esta profesora que nadie conocía, que nunca habría elegido para estudiar, resultó ser la única que ha podido entender jamás mi tendinitis con verdadera profundidad, y a posteriori sé que si hubiera estado con cualquier otro, en cualquier otro lugar, no habría sabido aguantar y habría dejado la flauta, no sé qué estaría haciendo ahora. Supo romper mis esquemas y mostrarme otros muy diferentes, supo ser el apoyo que me permitió aceptar lo que me pasaba y en vez de rendirme, seguir mirando adentro para entender cada cosa que me hacía mal. En un momento poco alentador para revisiones, supo animarme a cambiar mis zapatos en vez de poner parches y seguir cojeando.  
   Estuve en tratamiento para la tendinitis durante dos años, sin tocar prácticamente nada, aceptando que abandonaba la competición y me iba a otro juego. Aprendí a que no me afectaran frases como "después de tanto tiempo si curarte, ¿por qué sigues intentándolo?", que eran absurdamente frecuentes. Aprendí a dejar de pelearme contra la flauta y sentirla cómplice. Aprendí a vivir el aprendizaje musical como un desarrollo personal, a conectarlo con la parte emocional e incluso espiritual de la persona. Aprendí a orar  con la flauta, que no había sido capaz en los 10 años previos. Me di cuenta de que estudiar música consiste en buscar las cosas que no puedes hacer hoy, entender qué te impide hacerlas y superarlo, y cuando lo logras ya estás buscando nuevas cosas que no puedes hacer; y aprendí que si lograba hacer eso disfrutando del camino y no importándome la meta, sería capaz de hacerlo con el resto de cosas de mi vida. Aprendí que una cosa es estudiar música y otra hacer música, que ambas son inseparables e imprescindibles y que no vale sólo con estudiarla, hay que vivirla. Aprendí a aprender de cosas que antes no sabía ver ni escuchar, y gracias al EAC aprendí que la música no es mi guerra personal, si no que puede ser un regalo en un momento dado, algo que tengo y no se gasta. Aprendí que la manera que se tiene de ver la realidad es demasiado subjetiva y no cuestionarla es impedirse crecer. Que la educación que recibimos, por muy buena que haya sido, nos aporta unas cosas y carece de otras, y siempre hace falta completarla. 
   Todo este cambio de esquemas conllevó una crisis en la relación familiar. Nuestra manera de relacionarnos siempre había funcionado, pero a mí ya no me valía. Crisis significa cambio, y eso pasaba: se rompía en pedazos y había que construir algo diferente. Durante tres años fue muy difícil, pero finalmente mis padres escogieron, una vez más, creer aunque no entendieran, y se pudo construir una nueva y honesta relación. Con el tiempo mi madre me dio el primer abrazo que recuerdo, un par de veces me ha dicho que me quiere (por whatsapp, démosle tiempo), y empezó exigir a sus padres un trato más digno; mi padre empezó a hablar de emociones y ahora es más empático conmigo y con los demás,  vinieron a visitarme y aunque siguen sin llamarme nunca, ¡la semana pasada mi madre me escribió para preguntarme cómo estoy! Suena cómico así dicho pero para ellos ha sido un trayecto muy difícil, he visto cómo han sufrido que les cambien desde fuera sus esquemas relacionales, y cómo han escogido aprender de sus hijos en vez de seguir queriendo enseñarles. Tal vez éste haya sido el regalo más grande. 
   Después de esos diez años, finalmente me curé, completa, profunda y definitivamente, me curé. Hace ahora cuatro años y medio que volví a tocar. 
   Recuerdo pensar sobre ello con felicidad y con cierto orgullo, relativizar la enfermedad y pensar en la gente que da gracias por cosas malas como si fueran buenas ("gracias por la pobreza porque nos hace más humanos"... los cojones). Jamás daría gracias ni me alegraría por haber pasado esto, pero sí reconocí el irremplazable aprendizaje e incluso la huella que ha dejado en mí, las cosas que me obligó a replantear, a revisar, a cambiar. 
   Ahora que ha pasado más tiempo, no sé si es que he olvidado un poco el dolor, o es tal vez que el camino que tomé desde entonces y el que habría tomado sin la tendinitis, teniendo un mismo origen se siguen separando cada vez más. Tal vez es porque reconozco en ese proceso rasgos esenciales de lo que me hacen ser yo hoy, y aunque puede que dentro de 30 años me de cuenta de que habría llegado a las mismas conclusiones de otras mil formas, ahora mismo siento que es en ello en lo que se han consolidado gran parte de mis prioridades, mis elecciones, y mis certezas. Me sentí enferma desde los 13 años hasta los 23, es mucho tiempo y aún es pronto para poder mirarlo en perspectiva, puedo cambiar de opinión más adelante, pero ahora mismo puedo decir que sí doy gracias por mi tendinitis, porque si no hubiera sucedido, ahora no sería la persona que soy." Paula González.-

sábado, 26 de septiembre de 2015

EAC 56: DIOS Y EL TIEMPO

Amigos queridos: aquí volvemos con nuestro primer EAC tras las vacaciones. Como se dijo en el EAC anterior, se realizará en la parroquia de San Carlos Borromeo, histórica por su lucha con los últimos, el fin de semana del 17 y 18 de octubre próximo.

Dos avisos importantes os dejamos:
1) Dentro de este encuentro de compartir estamos preparando un espacio de
 MICROTESTIMONIOS en el que todos estáis invitados a participar teniendo que confirmárnoslo al correo: anahapy@msn.com
En el espacio de Microtestimonios compartiremos momentos en los que
 LA DIMENSIÓN DEL TIEMPO ha hecho sus quehaceres, revoluciones y crecimientos en nuestra vida. Cómo Dios actúa en estos cambios vitales y en esta dimensión en diferentes niveles: FÍSICO, MENTAL, ESPIRITUAL, EMOCIONAL, LABORAL, ARTÍSTICO, SOCIAL, ENERGÉTICO....
Se trata de compartir momentos vitales donde vemos claramente un cambio, un proceso o una historia. Pero para q el tiempo nos cunda, estamos coordinando que cada persona nos diga si quiere participar en este compartir testimonial, y qué tema va a abordar (para que el tema no se repita).
Nos faltan por ejemplo testimonios de:
- El tiempo y la enfermedad (cómo una enfermedad nuestra o de otros nos ha revelado una sabiduría vital).
- El tiempo y la muerte (cómo una muerte nos ha hecho crecer y posicionarnos de otra manera en la vida)
- El tiempo y la pareja (cómo evoluciona el amor en una pareja, un testimonio de lo que se ha aprendido juntos)
- El tiempo y el perdón (una historia de rencor y de perdón que pueda aportarnos luz)

Así mismo puede haber muchos más temas: el tiempo y nuestra manera de vivir la espiritualidad, el tiempo y el nacimiento, el tiempo y el arte, el tiempo y el trabajo, el tiempo y la energía... todos estos temas ya están cogidos, por eso, avisad.

IMPORTANTE: La participación es corta y concreta, viniendo pensado ya lo que se va a decir,
 teniendo un espacio de 5-10 minutos. Acompañarán a nuestro testimonio tres fotos que proyectaremos y que tenéis que enviar al correo anahapy@msn.com. Serán una foto de cuando erais bebés, otra de niños y otra de ahora. En los 5 minutos de exposición, primero se contará la situación base; en la foto de niño el momento del cambio, y  la foto actual vendrá acompañada de las palabras de lo que uno aprendió con ese proceso en el que,  sin duda, Dios se hace presente.

2) A la hora de compartir la
 comida que traigamos, procurad que sea, en la medida de lo posible, local para ser así más coherentes con el tema del gasto de gasolina y petróleo que se hace en este sistema descabellado del librecomercio. 

Sin más os adjuntamos el tríptico con las informaciones de lugar, día y horarios; cualquier
cosa: anahapy@msn.com.
Abrazos y arrumacos,
Martín, Joseba y Ana